Muchos consideran la merienda como una forma de picoteo más que como una de las comidas imprescindibles de la dieta de los más pequeños. El estudio Hábitos de merienda en escolares de nuestro medio (HABIMER) realizado por pediatras del Hospital Rey Juan Carlos de Madrid demuestra la importancia real que tiene la merienda dentro de una alimentación infantil sana y equilibrada, además de ser un factor determinante para evitar la obesidad infantil.

Según el estudio, una merienda saludable para un niño debe suponer alrededor del 15% de su aporte calórico diario e incluir una pieza de fruta, proteínas, lácteos y cereales. Así, suprimirla de la dieta infantil implica multiplicar el riesgo de padecer obesidad en el futuro, ya que ese aporte energético que se elimina a la hora de la merienda se acaba tomando de más en una cena a la que se llega con más hambre de lo normal.

Entre las cifras que arroja el estudio destaca que el 76% de los niños de entre 6 y 12 años merienda todos los días, mientras que un 91% lo hace cinco días a la semana. Entre los mayores de 12 años la cosa cambia; ya que sólo un 20% merienda todos los días. Entre los que lo hacen, la mayoría opta por un sándwich o tostadas (69%), seguido de un bocadillo con algún embutido. Ambas opciones pueden ser saludables si las intercalamos con fruta, vegetales y lácteos, porque la variedad es otra de las piezas esenciales para que los más pequeños esperen con ganas la hora de la merienda.

El estudio también nos desvela otro tipo de consecuencias que tiene que los escolares se salten la merienda, como son una pérdida en el rendimiento académico del pequeño o una merma en su rendimiento deportivo.

Pero que quede claro, la merienda no es una cosa sólo de niños. Los buenos hábitos que se crean en la infancia muy difícilmente se cambiarán en el futuro, y un adulto consciente de la necesidad de ingerir un pequeño aporte calórico a media tarde será mucho más responsable y le será más fácil llevar una alimentación sana y unos hábitos de vida saludables.